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Cólera popular

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Las discusiones sobre inflación y poder adquisitivo no son exclusivas de Argentina. Con el aumento de los precios de alimentos y de la energía, el costo de la canasta de consumo se incrementó en todo el mundo, provocando el rechazo a los gobiernos en el poder. La cuestión es estructural, y desde el establishment advierten que será necesario acostumbrarse: el poder de compra deviene en un poder de elegir lo que (no) se compra.

Empleados, cuadros preocupados por el precio de su alimentación diaria; trabajadores pobres, jubilados hurgando en los tachos de basura de los supermercados: la cuestión del “poder adquisitivo” disuelve el crédito de los gobiernos actuales. En Francia, en Italia, en el Reino Unido, las formaciones políticas en el poder sufrieron humillantes derrotas en las elecciones municipales. En Estados Unidos, el Partido Republicano perdió desde marzo pasado tres de sus bastiones en las elecciones legislativas parciales. Una de las circunscripciones le fue fiel por treinta y tres años, otra por veintidós. En la tercera, el candidato saliente había sido reelegido en el escrutinio anterior con el 66% de los votos.

Para una mayoría de la población, la vida cotidiana se hace más dura. En Italia y en España, el mal se imputa al euro. Pero, la “canasta de consumo” británica también cuesta un 15% más que hace un año. Y, en el mismo lapso de tiempo, el precio de los huevos aumentó un 30% en Estados Unidos, el de la leche, los tomates, un 15%, el del arroz, de las pastas, del pan, un 12%. Ni el precio de los alquileres ni los de la energía logran aplacar la herida…

Un retorno –aleatorio– al crecimiento no resolverá el problema de fondo. Invirtiendo un famoso dicho de 1953 (“Lo que es bueno para General Motors es bueno para el país”), el ex secretario del Tesoro estadounidense Lawrence Summers acaba de admitir que “lo que es bueno para la economía mundial y los campeones del business, no es necesariamente bueno para los asalariados”. Motivo invocado para semejante vuelta de tuerca: “Un desacople tal vez inevitable entre el mundo de los negocios y el de las naciones” (1).

Prohibido quejarse

Inevitable, pero no imprevisto… Consecuencia de una guerra a los salarios llevada a cabo en nombre de la búsqueda de “competitividad” y de la caza del “costo del trabajo”, el estancamiento o el retroceso del poder de compra nacieron de elecciones políticas. El economista Alain Cotta recuerda que en Francia, con el fin de la indexación de los salarios sobre los precios, en 1982, “los socialistas le hicieron a la empresa privada el regalo más considerable que ésta haya recibido de los poderes públicos”. De hecho, el entonces ministro de Economía y Finanzas francés, Jacques Delors, no escondió su satisfacción: “Obtuvimos la supresión de la indexación de los salarios sin una huelga” (2). ¿Se habrá aprendido la lección en varios países europeos? Huelga de los obreros alemanes en marzo pasado, de los docentes británicos en abril, de los camioneros griegos y de los pescadores franceses en mayo.
Para quien se niega a ver que la baja de los ingresos del trabajo en la riqueza nacional explica los problemas actuales del nivel de vida (3), nunca faltan las “soluciones” de recambio. Más hipermercados para “aumentar la competencia entre los distribuidores”, como propone el presidente francés Nicolas Sarkozy. Mayores “sacrificios” para que el aumento de los precios de los alimentos o de la energía sea absorbido sin contrapartida por los asalariados. Y que así comulguen con los objetivos sagrados (2% de inflación) que obsesionan a un Banco Central europeo preocupado por sobre todas las cosas por complacer a los rentistas y a “su” poder de compra.
En cuanto a los otros, siempre pueden, como el avaro de Molière, “hacerse un banquete con poca plata”. Director general del Centro de Investigación para el Estudio y la Observación de las Condiciones de Vida (Credoc, en francés), Robert Rochefort se los sugiere: “El consumidor deberá aprender a optimizar su presupuesto. Lo que de hecho ya hace bastante bien. Pero sin quejarse, aceptando que el poder adquisitivo se convierta de a poco en una noción más cualitativa, una capacidad de arbitrar entre distintos gastos, en resumen, un poder de elegir sus compras” (4). Un sociológo le pisa los talones: “Se puede perfectamente seleccionar sus comunicaciones telefónicas. Del mismo modo para el alquiler: se puede elegir mudarse a una vivienda más barata” (5).
Trabajar más tiempo, vivir peor: en ausencia de un rechazo inspirado en las revueltas de hace cuarenta años, el destino propuesto tiene el mérito de ser claro.

REFERENCIAS
(1) Lawrence Summers, “A strategy to promote healthy globalisation”, Financial Times, Londres, 4-5-08.

(2) Alain Cotta, La France en panne, Fayard, París, 1991; y declaraciones citadas por Jean Lacouture y Patrick Rotman, Mitterand. Le roman du pouvoir, Seuil, París, 2000.

(3) En Estados Unidos, el ciclo de crecimiento 2000-2007 concluyó con la mitad de las familias con ingresos inferiores a los de siete años antes, una situación sin precedente histórico.

(4) Challenges, París, 6-12-07.
(5) Gérard Mermet, Les Échos, París, 21-4-08.

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