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Mar de fondo en Paraguay

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Este 20 de abril Paraguay elegirá un nuevo Presidente, así como legisladores y concejales regionales. El ex obispo Fernando Lugo, que integra una heterógenea alianza electoral con apoyo de movimientos sociales, podría poner fin al predominio histórico del Partido Colorado. En un país dominado durante décadas por el terror, la corrupción y el clientelismo, la campaña de Lugo parece haber despertado una nueva forma de participación política, impulsada por una nueva generación, los aportes de la emigración y la irrupción masiva de internet.

“Después de cuarenta años de dictadura y veinte de continuidad colorada, el miedo es la segunda piel de los paraguayos”, suele decir Martín Almada, el abogado y militante por los Derechos Humanos que en diciembre de 1992 descubrió en una comisaría de Asunción los archivos secretos del Plan Cóndor. El sometimiento al poder colorado es sin duda uno de los factores que contribuyeron a la siesta política en la que Paraguay se complace hace décadas, adormecido por el viejo bipartidismo –cada vez más pobre en contenidos– que enfrenta a liberales y colorados.

Fueron pocas las ocasiones en las que el poder pareció a punto de escaparse de las manos de sus eternos dueños: en 1993 la izquierda del partido Encuentro Nacional se presentaba a las primeras elecciones democráticas impulsada por el entusiasmo generado dos años antes por la victoria como alcalde de Asunción del socialista Carlos Filizzola. Pero las urnas confirmaron a los colorados en la presidencia, y en las elecciones siguientes ni siquiera la alianza entre Encuentro Nacional y los liberales logró producir el esperado cambio de gobierno.

En 2003 le tocó al fenómeno Patria Querida –un partido de ideología indefinida fundamentalmente ligado a los intereses empresariales– representar la esperanza de cambio de la sociedad paraguaya: pero también esta vez el outsider defraudó las expectativas. La aceitada máquina electoral colorada demostró una vez más su eficacia, administrando el descontento popular con una sabia mezcla de paternalismo y de criminalización de los movimientos sociales. En los últimos 20 años, el miedo acumulado en años de dictadura se tradujo en una suerte de analfabetismo político incapaz de leer las semejanzas de hecho entre los dos partidos tradicionales y de darse un contenido político distinto.

Pero como señala el economista y sociólogo Oscar Rodríguez Campusano, las elecciones de 2008 son las primeras a las que acude la generación que no conoció en primera persona la dictadura y la estrategia del terror en la que se basaba: esto significa que al menos en términos generacionales, Paraguay está cambiando de piel. Esto es lo que hace pensar a muchos que 2008 será el año del cambio.

Un nuevo alfabeto político

Según las encuestas, este cambio ya tiene nombre y rostro: el de Fernando Lugo, el ex obispo que abandonó los hábitos para liderar una vasta coalición que va desde los liberales a la extrema izquierda de los movimientos sociales. El adiós de los colorados al palacio de gobierno nunca estuvo tan cerca, y lo confirma, más allá de las encuestas (1), el inédito fervor con que Paraguay se acerca a la fecha de las elecciones. Pero, ¿qué cambio se produjo en la inerte sociedad paraguaya, tan profundo y radical como para hacer temblar los cimientos del gigante colorado? ¿Y qué asegura que el fenómeno Lugo no se revele tan inconsistente como Encuentro Nacional y Patria Querida, que se derrumbaron el día de las elecciones y desparecieron rápidamente de la escena política?

Para contestar ambas preguntas, es necesario considerar la campaña de Lugo como el fruto de una movilización popular a lo largo y a lo ancho del país en los últimos dos años, en gran parte sin el apoyo de los partidos tradicionales. Movimientos urbanos como los sin techo; rurales como los pequeños agricultores o los sin tierra; civiles como el joven Tekojoja (que nació ad hoc para la candidatura de Lugo) fueron los propulsores del ascenso del ex obispo de los pobres, que sólo más tarde, para consolidar una alternativa con reales posibilidades ante los colorados, se alió también con los liberales, la otra cara del bipartidismo paraguayo (2). Lugo pareció incluso dispuesto en un momento a integrar una fórmula junto con el general Lino Oviedo, el “hombre fuerte” de Paraguay, que tras el fallido intento de golpe de Estado de abril de 1996 conoció la clandestinidad, el exilio y la cárcel hasta que fue absuelto por la Corte Suprema de Justicia, el 31-10-07 (3).

La verdadera novedad de estas elecciones es pues el ingreso de los movimientos sociales en la escena electoral: no sólo lanzaron la candidatura de Lugo; también aspiran a obtener escaños en el Congreso. Tekojoja, por ejemplo, presenta como candidata a Margarita Mbyvângim, que con toda probabilidad será la primera senadora indígena de Paraguay. Y el líder del partido es Ricardo Canese, un ingeniero que desde hace varios años estudia el problema energético y que postula como prioridad reformular el Tratado de Itaipú, la central hidroeléctrica en la frontera con Brasil, firmado durante la dictadura de Alfredo Stroessner en condiciones humillantes para Paraguay (4).

En la Alianza Socialista para el Cambio, una coalición que apoya a Lugo desde la izquierda, se encuentran los movimientos campesinos, duramente criminalizados por los últimos gobiernos: “la presencia de los liberales como principales aliados nos torna escépticos sobre la posibilidad de una reforma agraria. Pero una derrota de los colorados contribuiría a desmantelar la máquina represiva que nos aplasta”, explica Belarmino Balbuena, líder del Movimiento Campesino Paraguayo y primer candidato de la Alianza Socialista (5).

El entorno de Lugo está esencialmente compuesto por personas cuya trayectoria política es mucho más cercana a los movimientos que a los partidos. Y su propia figura goza de la ventaja que otorga un pasado alejado de la política partidaria paraguaya. Como explica sencillamente Maura Servian, militante de Tekojoja residente en Buenos Aires, que conoció al candidato en una conferencia de prensa que realizó junto con las Madres de Plaza de Mayo el pasado 9 de mayo en la capital argentina: “Lugo inspira confianza porque no es un político y no habla como un político” (6).

No debe olvidarse por otra parte que antes de ser candidato, Lugo no era un ciudadano cualquiera, sino nada menos que un obispo. En este sentido, el universo católico está cumpliendo un papel como mínimo ambivalente: si bien el Vaticano se apresuró en suspender a Lugo a divinis, rechazando al mismo tiempo su renuncia al sacerdocio, y la jerarquía de la conferencia episcopal sigue condenando su candidatura (7), también es cierto que Lugo sabe que cuenta en su campo con la base silenciosa de las pastorales sociales (8).

Consciente de esta división, la Iglesia decidió no tronar como podría haberse esperado teniendo en cuenta que Lugo no se limita a ser accidentalmente un ex obispo, sino que hace de su fe innegable un arma de campaña: desde los mensaje subliminales (“fe en el cambio” es el lema de sus carteles) a las proclamas de fuego (“para candidatearme escuché la voz de Dios: la voz de Dios y la voz del pueblo”) (9).

Por otra parte, más allá de una inevitable condena oficial, es obvio que la Iglesia tiene también en mente el hecho de que en un país en que las sectas evangélicas se extienden cada vez más (de hecho, el actual Presidente Nicanor Duarte Frutos es miembro de una de ellas), un buen desempeño de Lugo podría volver a acercar a paraguayos y latinoamericanos en general a la fe católica.

El fin del aislamiento

Si la faz moral de Lugo cumple un papel tan importante en la manera en que los paraguayos viven la campaña electoral es también porque, al contrario, el talón de Aquiles de los colorados es justamente ese aspecto. Sinónimo de dictadura primero y de corrupción después, los colorados lograron provocar un rechazo que, en última instancia, sería el verdadero motor de su adiós al gobierno. La probabilidad de una derrota desencadenó una grave crisis interna en el partido, que culminó con las elecciones internas más cerradas de la historia colorada (10).

Mientras el resto del continente se industrializaba –aunque en América Latina de forma muy irregular– décadas de clientelismo mafioso consolidaron en Paraguay el modelo agro-exportador, que generó masivos desplazamientos de campesinos e hizo crónicos los problemas de desocupación, subocupación –rondan el 40% (11)–; marginalidad urbana y pobreza extrema: más de dos millones de paraguayos, es decir un tercio del total de la población, viven con un dólar diario (12).

Por esta razón, Paraguay es uno de los países con la más alta tasa de emigración del mundo. No hay familia paraguaya que no tenga al menos un miembro en el extranjero. Las remesas de los emigrados en 2006 sumaron 650 millones de dólares. En el país abundan los chistes sobre mujeres que terminan hablando solas o “con los gallos”, porque tanto el marido como los hijos se fueron a Argentina o a España a trabajar (13).

Esta profunda herida social cumple un doble papel en la fuerte evolución cultural en curso. Por una parte, los lazos familiares rotos, la frustración y las necesidades provocan una indignación que empieza a canalizarse hacia una salida política. Por otra, la migración en masa, sobre todo hacia Argentina, contribuyó a romper el aislamiento histórico de Paraguay: junto a las remesas, los emigrantes transmiten a su patria otras experiencias, nuevas lecturas e instrumentos políticos, culturales, sociales.

Otros dos elementos obraron para que entrasen a Paraguay los vientos del mundo: uno, a menudo subvaluado, es la llegada tardía de internet como medio de comunicación realmente accesible. Hasta 2006, cuando la empresa pública Copaco se decidió a entrar en el mercado ofreciendo precios al alcance de todos, el acceso a internet costaba 20% del PBI per capita (según la Asociación Latinoamericana de Integración, no debería superar el 3%): siete veces más caro que en Argentina. Sólo un 4,5% de la población se podía permitir navegar libremente, e incluso en Asunción casi no existían cybercafés. Pero en los últimos dos años éstos surgieron como hongos, respondiendo a una demanda que, naturalmente, invadió el mercado en tiempo récord (14).

El otro elemento es la consolidación de la alianza y el intercambio de experiencias entre movimientos sociales paraguayos y del resto del continente. “Una articulación –explica Víctor Onieva, coordinador de una asociación de radios comunitarias– que se fue profundizando cada vez más a partir del Foro Social de Porto Alegre de 2002”.

Más allá del 20 de abril

Justamente, observando a las otras experiencias continentales y a los gobiernos electos gracias al apoyo de los movimientos sociales, los paraguayos tienen la ventaja de anticipar el riesgo de que una victoria electoral termine por deshilachar la compleja trama social que se fue tejiendo hasta el día de hoy. “La campaña electoral debería ser un paréntesis –agrega Víctor–. El verdadero desafío será el de capitalizar lo que hemos construido hasta el momento, convertirlo en un movimiento resistente a los altibajos de la política de palacio, capaz de pensar a largo plazo y de forma independiente de la lógica de gobierno”. Todo parece indicar que ésta es la vencida: por primera vez la oposición hace frente común ante los colorados, desgarrados por una crisis interna que podría traducirse en una verdadera hemorragia de votos.

Pero tampoco sería la primera vez que los colorados logran desmentir las encuestas y aferrarse al poder, aun con medios ilícitos (15).
En cualquier caso, el cambio desde abajo que, de hecho, ya está dando forma a un nuevo Paraguay, es un desafío en sí mismo, que marcará el destino del país mucho más que una eventual victoria de Lugo, además de ser uno de los factores que la hacen posible.

Los movimientos sociales saben que no pueden dejar su futuro y el del país en manos de un candidato que debió aliarse con los liberales, e incluso aceptar el apoyo de personaje oscuros como Aníbal Schupp, delegado de gobierno de Stroessner en los años de la dictadura y hoy proclamado luguista. Presente en casi todas las etapas de la campaña electoral, el ex obispo espera atraer una pequeña porción del electorado colorado. La ardua tarea de los movimientos consistirá entonces en ser capaces de resistir el golpe pos electoral, tanto en el caso de una derrota del candidato común como, al contrario, en caso de una victoria que los acerque a las insidiosas puertas del poder.


REFERENCIAS

1) Una serie de encuestas publicadas por el diario ABC Color de Asunción dan a Lugo vencedor con un porcentaje cercano al 35% de las preferencias.
2) Pablo Stefanoni, “¿Fin de época en Paraguay?”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, julio de 2007.
3) Finalmente, Lino Oviedo decidió presentarse solo, y según las últimas encuestas figura segundo, a sólo 5 puntos de Lugo. La Nación, Buenos Aires, 25-3-08.
4) Ricardo Canese y Alberto Nicanor Duarte, Itaipú, el miedo a la verdad, Generación, Asunción, 1999.
5) Según datos de la Mesa Coordinadora de Organizaciones del Campo (MCNOC) más de 2.000 campesinos están siendo juzgados, y desde 1989 hasta el día de hoy 125 dirigentes campesinos han sido asesinados por militar en alguna organización.
6) Lugo estuvo en Buenos Aires en el marco de la campaña “Tu remesa vale un voto” dirigida a los paraguayos residentes en Argentina.
7) El presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP), Mons. Ignacio Gogorza se manifestó nuevamente al respecto el pasado 4 de marzo. Aciprensa, Asunción, 4-3-08.
8) “Las bases eclesiales serán los controladores de las elecciones”, entrevista otorgada al diario Crítica, Buenos Aires, 12-3-08.
9) Discurso en el acto de campaña electoral en la sede del Partido del Movimiento al Socialismo (P-MAS), Asunción, 18-2-08.
10) Blanca Ovelar, la candidata apoyada por el actual presidente Nicanor Duarte Frutos, ganó con el 48% de los votos contra el 47% de su adversario, Luis Castiglioni. Seguidores de Castiglioni, denunciaron la utilización de fraude para asegurar la victoria de Ovelar.
11) Actualmente, la suma de desempleo y desocupación alcanza al 33% de la población activa. Encuesta permanente de hogares 2007, Direccion General de Estadísticas, Encuestas y Censos, Asunción.
12) Dirección General de Estadísticas, Encuestas y Censos de Paraguay (www.dgeec.gov.py).
13) El 43% de los emigrantes paraguayos eligen Argentina, 23% España. Encuesta de Hogares 2006,
Dirección General de Estadísticas, Encuestas y Censos de Paraguay.
14) Unión Internacional de Telecomunicaciones y Cámara Paraguaya de Internet (CAPADI).
15) Sobre el riesgo de fraude, véase ABC Color, Asunción, 17-3-08.


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